
FAP CUENCA - Salas Temporales
El Centro de Arte Contemporáneo de Cuenca presenta, el viernes 11 de julio, la exposición Identidades, de José María Albareda.
En palabras de Jorge Monedero sobre la exposición;
Metidos de lleno en el fulgor de la canícula veraniega, se presenta en la Fundación Antonio Pérez la exposición Identidades, que recoge obra del artista José María Albareda. En la casa de nuestro querido y añorado Antonio, se exhiben hasta 44 retratos realizados en su mayoría durante los dos últimos años, completándose la muestra con alguna pieza anterior.
Albareda nació en 1960 en la localidad conquense de San Clemente, licenciándose en Bellas Artes en la facultad de San Carlos (Valencia). Como catedrático de dibujo de educación secundaria, ha ejercido de profesor de plástica hasta su reciente jubilación. Desde que recibiera, en 1984, el Molino de Plata en la Exposición Nacional de Artes Plásticas de Valdepeñas, son múltiples los reconocimientos, así como las exposiciones, tanto individuales como colectivas, en las que ha participado.
José María ingresó en la Real Academia de las Artes y Letras de Cuenca en 2015, ocupando el sillón de la letra “X”, con su discurso “Manchas distantes. La pintura como acontecimiento”. En 2024 recibió el encargo para realizar el cartel de la Semana Santa conquense.
En Albareda, la perfecta combinación entre maestría técnica y rigor en el trabajo, se pone al servicio del retrato, con la dificultad existente, (como bien señala el catedrático y artista José Saborit en su libro “Lo que la pintura da”), en el complejo equilibrio tensional entre lo que permanece y lo que cambia, entre lo igual y lo distinto, persiguiendo que la obra contenga ese rastro de presencia humana y trazos de eventos pasados, que ya anhelara conseguir Francis Bacon en sus lienzos.
El creador se nutre de una imagen para ponerla al servicio de su verdad, fiel a sí mismo, en un proceso artístico determinado siempre por la pintura. Afirma que para él, “pintar es descubrir”, en una sucesión de felices encuentros y callejones sin salida.
Habitar en el casco antiguo, a escasos metros del influjo del Museo de Arte Abstracto Español, sin duda se deja sentir en su trabajo. Albareda cede parte del protagonismo a la materia, mediante la creación de una base como sustrato fundamental de la tela, sobre el que construye la pieza, añadiendo capas de imprimación en procesos correlativos que obvian el tema, sometido al disfrute del puro acto de pintar. En este sentido, se encuentran concomitancias con el origen de los trabajos de Dubuffet, del que el crítico Juan Eduardo Cirlot admitía que el primer valor estético de su obra se obtenía ya desde la riqueza de texturas y calidades, aunque posteriormente, (y en esto Albareda elige otro camino), somete a la pieza a sucesivas rayaduras.
Otro tema a destacar, es la importancia en el uso del color. Afirmaba Elías Canetti que “sólo por los colores merecería la pena vivir eternamente”. En el caso del artista conquense, proviene de una estudiada reducción de su paleta cromática, abundando la presencia de la gama de tonos tierra, que le ayudan a dotar de calidez y serenidad a sus oleos.
José María hace equilibrios figurativos en medio de la catedral española de la abstracción. Y lo hace obsesionado con la idea de vacío, sobre la que tanto ha trabajado. En su obra convive en armonía el uso de una pincelada inacabada, incompleta y borrosa con el detalle y lo definido. Buceando constantemente en la difícil decisión entre lo ausente y lo presente. Dónde empieza uno y donde termina el otro confiere una catarsis continua que conlleva la imposibilidad mental de desprenderse de esa fijación por el trabajo. Decía Soledad Sevilla, en su discurso de ingreso a la Real Academia de las Bellas Artes de San Fernando, que no ha dejado de pintar prácticamente ni un día, porque si no pinta, piensa en pintura, que para ella es lo mismo. Y es el propio Antonio Pérez, el que en su libro de conversaciones con Javier Semprún “El Personaje encontrado” afirma con rotundidad que, “el arte hay que vivirlo, porque si no vives el arte, lo que sientes es una aproximación”.
Una vez expuesta la obra, corresponde al espectador completar mentalmente el juego de ausencias y presencias, en la figuración “albarediana” con marcado acento expresionista.
Durante las visitas a su estudio, he experimentado una inevitable atracción hacia los ojos de las personas retratadas, los cuales generan un poder hipnótico que difícilmente se puede obviar, y establece las pautas de comunicación que comienzan a crearse con las obras. No es lo mismo mirar sin ser visto, que sentirse observado por decenas de ojos. Este “leitmotiv” que sobrevuela toda la exposición tiene, no obstante, unas pocas y reseñables excepciones. Por ejemplo, los dos cuadros que protagonizan sus hijas, representadas de cuerpo entero, durante momentos de íntima concentración, absortas en ese mundo solitario y particularmente onírico de la adolescencia. También vemos, (y no vemos), a Pilar, inquebrantable compañera de viaje, hábilmente colocada de espaldas al espectador, como el caminante sobre el mar de niebla de Gaspar Friedrich.
Sin embargo, Albareda se evita a sí mismo. Siguiendo al poeta japonés Matsuo Basho¯, afronta esos retratos de personas cercanas adelgazando el corazón, desprendiéndose de sus ideas para poder penetrar en aquello que contempla, diluyendo su yo y capturando la esencia del retratado.
Combina este aire de cercanía con una diversidad de protagonistas elegidos bajo la premisa de contener rostros y miradas con una fuerte presencia. No podía faltar el homenaje a Antonio Pérez, junto a personajes relevantes como Hilma af Klint artista sueca pionera en el arte abstracto, Camille Claudel, Mark Rothko, Sonia Delaunay, Anselm Kiefer, Rembrandt, Goya o el querido artista conquense Miguel Ángel Moset, entre otros personajes reconocibles y algunos rostros anónimos.
Si el siglo de oro holandés vio nacer ese subgénero dentro del retrato, conocido como tronies o “rostros” de medio cuerpo o busto, exagerado estudio de la expresión humana con la intención de realzar la maestría del artista, que atrajo a genios de la pintura como Rembrandt, Veermer o Rubens; en esta ocasión tenemos la oportunidad de contemplar el ejercicio de virtuosismo y profundidad de nuestro cercano artista con esta exposición al que acompaña este catálogo.
Jorge Monedero López. Cuenca, 15 de junio de 2025
La exposición, Identidades, de José María Albareda, se podrá visitar desde el 11 de julio hasta el 29 de septiembre de 2025, en las Salas de Exposiciones Temporales de la Fundación Antonio Pérez de Cuenca.