FAP OTROS ESPACIOS
El Museo Casa Zavala de Cuenca acoge, desde el próximo jueves 13 de junio la exposición Conexión, del artista Arturo Casanova. Muestra organizada por la Fundación Antonio Pérez y comisariada por el historiador de arte y coleccionista Roberto Polo
En palabras de la recientemente fallecida y legendaria historiadora del arte y crítica Barbara Rose: “Las nuevas pinturas, esculturas, dibujos e instalaciones de Arturo Casanova profundizan en su investigación de las dos fuentes que caracterizan el arte más serio: la búsqueda estética de la belleza y la búsqueda espiritual de la iluminación y la epifanía. No es esta una ambición que goce actualmente de popularidad, en un mundo en que el arte se confunde fácilmente con el entretenimiento, la moda y la decoración de interiores. Por eso mismo, la dedicación de Casanova a unos principios superiores es aún más rara y valiosa, como lo es su devoción por el oficio y la elegancia. Su intención de crear un ambiente de paz y contemplación le ha llevado a redefinir el espacio expositivo como santuario; un lugar —distinto de la discoteca, el cóctel o el desfile de moda— donde el espíritu puede hallar paz e inspiración”.
Conexión de Arturo Casanova, nos presenta una serie de trabajos en diferentes soportes y formatos dentro del lenguaje de la abstracción.
Para poder conocer un poco más su figura, recuperamos un fragmento del texto del crítico de arte Massimo Mattioli que nos habla de los ejes del arte de Arturo Casanova.
Para ello, Mattioli comienza hablando de la falta de interés de Casanova por la representación, claramente enunciado en un pasaje de su conversación con Barbara Rose publicada en 2011: “creo que el mensaje no cambia en función del formato, y que su verdadera esencia, su acto de fe, radica justamente en la ausencia de la necesidad de representación”.
Si los aspectos formales de sus creaciones denotan fuentes de inspiración internacionales, primero nórdicas y luego americanas, este rechazo tajante de la narración en aras de una síntesis de nivel superior sitúa a Casanova en la línea del gran arte italiano, o en todo caso mediterráneo. Por usar las palabras escritas en 1925 por la gran crítica e historiadora del arte Margherita Sarfatti: “la representación inmediata de los hechos de nuestro tiempo no se ajusta a las tradiciones de nuestro gran arte. Se podría incluso sostener que es contraria a la propia esencia del arte verdaderamente grande, a su naturaleza mística y legendaria. A lo que es contraria, sin la menor duda, es a las tradiciones mediterráneas del arte italiano, que, al igual que el egipcio y el helénico, es al mismo tiempo abstracto y humanísimo, es decir, traspone los hechos materiales y pasajeros al campo de las imágenes perdurables y espirituales”.
“Abstracto y humanísimo”: dos palabras que en un primer momento podrían parecer contradictorias, pero que en lo referente al arte de Casanova se cargan de un significado incuestionable. Por otra parte, Sarfatti —casi un siglo antes, como muestra de la circularidad del pensamiento metafísico— introduce al menos dos otras dualidades que nos sirven de apoyo al adentrarnos en la identidad del artista: una al hablar de “naturaleza mística”, y otra de “imágenes perdurables y espirituales”. En Casanova, la opción por lo abstracto, rápidamente encaminado hacia la monocromía, pone de manifiesto una necesidad de síntesis cuyo proceso creativo lo vincula —y vinculará al espectador— con lo sublime, con un nivel de espiritualidad superior. Se trata de un minimalismo de segundo nivel que, una vez suprimida la realidad terrenal, busca en el silencio de la ataraxia el camino por el que vislumbrar lo absoluto. El artista ya no es el artífice de esa alquimia que transforma elementos en imágenes o formas. Se ha convertido en elemento fundamental de un proceso en el que vuelca sus meditaciones, sufrimientos y ambiciones, su Kunstwollen, la “voluntad artística” teorizada a finales del siglo XIX por Alois Riegl e interpretada después eficazmente por Erwin Panofsky como “unidad de sentido que permite explicar los fenómenos artísticos ya no a partir de circunstancias históricas o analogías estilísticas, sino como resultado de una determinada concepción del mundo, que ha sido capaz de producir una experiencia peculiar”. Por lo demás, como hemos señalado, no es difícil reconocer aspectos performativos y casi chamánicos en la creación de Casanova. Su manera de moverse frente al lienzo con dos pinceles, y de trazar signos orgánicos que más adelante talla en mármol, casi parecen coreografías que confieren relieve al gesto y al flujo energético.
Conexión, de Arturo Casanova, se inaugura el próximo jueves 13 de junio a las 19:00h en el Museo Casa Zavala de Cuenca y podrá visitarse hasta el 1 de septiembre de 2024.